Martín Lizaga es, al mismo tiempo, un sueño y un empeño. Difícil entender ahora las dificultades de abrir un nuevo negocio, construir las instalaciones y además hacerlo en el contexto de complicaciones económicas que va de 1979 a 1983. En Teruel cerraron algunas empresas del sector y de ellas provino el primer equipo que encabezado por Martín Lizaga abrió las puertas como taller. Apenas cinco trabajadores, un elevador y muchas ganas, mucho trabajo.
Desde 1993, la empresa familiar multiplicó instalaciones, plantilla, pero con el empeño de seguir siendo cercanos y mantener la calidad en un taller que durante una década había ganado su prestigio como independiente por su calidad.